Decía Maria Zambrano en su libro Persona y Democracia hablando de la conciencia histórica “que la historia la hacían solamente unos pocos, y los demás sólo la padecían”. Siempre que reflexiono en torno a esta expresión y al hecho del liderazgo de las mujeres en nuestra sociedad.
Considero que este debiera provenir del ejercicio del compromiso, del empeño de trasformar esta sociedad; en definitiva de la reivindicación de la dignidad de tantas y tantas mujeres que se ven relegadas en sus profesiones y en su vida diaria por convencionalismos del pasado; así como por estructuras que se convierte en objetoras de todas aquellos y aquellos que reivindican esa libertad real y efectiva.
Cuando nos aproximamos a los textos jurídico, marcos constitucionales y proclamaciones de libertad, el concepto de la igualdad es sobre el que pivotan todos esos derechos. No puede haber sociedad libre y democrática, si esa sociedad no es igualitaria. Pero hete aquí que muchas sociedades, hasta las más sofisticadas, han renunciado en demasiadas ocasiones a esa verdadera igualdad real y efectiva, por mor de un sistema de roles que se resiste a modificar esa realidad.
Y este tema lo tengo observado por la experiencia de años en el mundo del deporte, contrariamente a lo mediático que es y proporcionalmente a ese ser mediático se esconden grandes espacios de desigualdad. Una desigualdad no debiera ser soportable, porque de este anacronismo, en pleno siglo XXI, emanan consecuencias contrarias a la dignidad de las mujeres, y, más concretamente a las mujeres deportistas.
Y esta aseveración tiene contraídas verdaderas deudas hacia estas mujeres. En este país constatamos, aún hoy, la inexistencia de ligas profesionales femeninas, que tienen efectos en contratos, salarios y condiciones laborales de las jugadoras. Convenios colectivos, con la única excepción del fútbol femenino, que sólo están en el ámbito de los deportes grupales de los chicos. La maternidad sigue siendo la mala noticia para la madre, y el excelente parabens de los papás deportistas.
Tenemos un marco normativo de más de treinta años, que no ha sido aún inoculado por nuestra Ley de Igualdad de 2007. ¿Qué sigue ocurriendo aquí? ¿Sigue siendo el deporte el espacio de igualdad por el que hemos de claudicar todos aquellos que creemos en la igualdad?
El hecho de que se trate de un terreno de juego, en el que subyace una actividad deportiva, nunca debiera ser excusa para seguir perpetuando espacios y escenarios de desigualdad. Que son muchos y en el devenir de los años no ha conseguido emanciparlos a esa real igualdad.
El deporte es la única actividad laboral ajena a ese concepto de la brecha salarial, y que se permite con total impunidad. Sigue siendo el lugar en el que una mujer y un hombre haciendo el mismo trabajo están sometidos a condiciones laborales radicalmente diferenciadas – en derechos- que es lo que como jurista me preocupa.
Es un terreno de juego, que basado en el anacronismo de la segregación sustituye ese marco igualitario del que debiera ser referente, en un contexto en el que la mujer siempre llega en segundo lugar, en derechos, al pódium. Y esto que en el ámbito del deporte está subyugado por el precedente histórico, necesita de una reprobación de la sociedad civil, de todas y todos aquellos ajenos al deporte. No pueden perpetuarse el hecho de premios diferenciados, circuitos que clasifican por roles y no por espectáculo o categoría profesional. No debe seguir siendo ocasional ver eventos deportivos femeninos en los medios de titularidad pública.
Toca ya renovar este marco normativo, transfundirlo de dignidad hacia los derechos de las mujeres deportistas, aquellas que llenan el medallero español en las olimpiadas y cuando vuelven a casa siguen sin estar en ligas profesionalizadas, y con cotizaciones a la seguridad social que no les amparan en ningún futuro profesional en el deporte, a pesar de su valía. Consiguiendo así despreciar un liderazgo que seguro tendría futuro a la mínima oportunidad. A veces una piensa que hay algo de estrategia, más allá de la mala inercia de años.
Toca ya laboralizar en el amplio sentido del término a todas estas deportistas. Para que se queden y lideren, una vez superada su vida activa como deportista, los espacios de dirigencia y representación de nuestras organizaciones e instituciones del deporte. Y ahí iremos avanzando en ese real e igualitaria transformación del deporte español.
Fdo. María José López González
Abogada