Sahar Khodayari ha muerto tras inmolarse en las puertas del Tribunal de Teheran. Su delito: haber intentado entrar en un estadio de Fútbol disfrazada de hombre, sin velo, a ver un partido de su equipo el Esteghlal iraní. El luto hoy lleva color azul.
La noticia es devastadora. Para muchas personas es incluso la primera vez que oían hablar de esta prohibición, una más en un país donde la falta absoluta de derechos humanos básicos que sufren las mujeres, hacen que su vida esté supeditada y dependa, en la absoluta literalidad, de la voluntad de los hombres de su familia. Una mujer es una posesión, tiene un valor estimado legal de la mitad de un hombre (recibe la mitad de indemnizaciones, por ejemplo en accidentes de tráfico). Hoy Sahar, “el angel azul”se ha convertido en un indeseado símbolo de la acción criminal y discriminatoria de un gobierno concreto y de la dejación e indiferencia de muchos otros.
En 1979, con la llegada a Irán de la República Islámica de los Ayatolás se instauró un estado teocrático que segregó la vida civil de hombres y mujeres y que, como en otras épocas de nuestras sociedades, imposibilitaba ser a la mujer nada más allá de lo que permitan sus padres, maridos o hijos. Una sociedad donde la mujer puede conducir, ir a la universidad (en carreras restringidas) o abrir un negocio, pero siempre que se lo permitan los hombres de su familia. Es un ser subsidiario, una pertenencia, una perpetua menor.
Después de la revolución islámica se instauró el uso obligatorio del ‘Hijab’, la segregación de género en autobuses, colegios etc., y tras la guerra con Irak se condenó por irrespetuosa cualquier expresión de alegría: se restringieron eventos como conciertos, bailes, etc.
En este contexto dos movimientos de mujeres están desafiando, así es, al régimen. Uno es el de los #WhiteWednesday contra el uso obligatorio del hijab. Este movimiento consiste en quitarse el pañuelo (blanco a poder ser, de ahí el nombre) y grabarse en las calles de Iran con el pelo sin cubrir y colgar fotos y vídeos en redes con el hashtag #mycameraismyweapon (mi arma es mi cámara). Repartir flores en el metro, bailar. Muchas mujeres han sido condenadas hasta a 25 años de cárcel por conculcar esta ley. Como Nasrin Sotoudeh, abogada, condenada hace pocos meses a 38 años de cárcel y 148 latigazos por defender a estas mujeres que desafían el uso obligatorio del hijab.
El segundo es el movimiento interno en Irán de mujeres que se disfrazan de hombres para poder acceder a los estadios de fútbol, se hacen fotos y vídeos y los cuelgan en redes y que cuentan con el apoyo de movimientos de mujeres iraníes que abandonaron Irán como el de las “bufandas blancas” o el @openstadiums que aprovechan los partidos de Irán o de equipos iraníes en competiciones internacionales para reivindicar la libertad de acceso de las mujeres a los campos de fútbol en partidos masculinos.
El deporte, en especial el fútbol, ha sido y es una de las actividades sociales que más trabas y resistencias presenta al trabajo por la igualdad y la ruptura de la brecha de género en el mundo. Estamos hablando, además, de una estructura social creada por hombres para hombres y cuyas reticencias al cambio son más duras y agresivas que en otros terrenos. El largo camino recorrido
para conseguir que las mujeres pudieran participar como espectadoras y como deportistas muestra que el deporte en general y el fútbol muy en particular tiene arraigadas profundas resistencias a la igualdad que debemos seguir deshaciendo.
Y sin embargo, y aunque parezca paradójico, es uno de los ámbitos más potentes para trabajar valores como la igualdad, la cooperación y la paz, una de las herramientas más poderosas para visibilizar y fomentar estos valores.
Irán es actualmente el único país, tras la abolición de la prohibición que hasta el año pasado mantenía Arabia Saudí, que participa en un torneo FIFA y que prohíbe la entrada de las mujeres como espectadoras en los estadios de fútbol para ver a equipos masculinos.
Los argumentos son los mismos que se usaban en la Antigua Grecia para prohibir la entrada a las mujeres a ver los Juegos. En palabras del Gran Ayatolá Fazel Lankarani: «Es inadecuado que las mujeres miren el cuerpo de un hombre, aunque no sea para conseguir su gratificación”. También consideran inadecuado que una mujer esté en un espectáculo donde se profieren palabras mal sonantes, gritos e insultos. Sin embargo estos argumentos falaces no importaron para extender la prohibición, por ejemplo al Voleibol en 2012. Seguramente el miedo real es que si se permite a las mujeres comprar sus entradas y acudir a los campos deportivos, es abrir la puerta a la petición de otros cambios.
Las mujeres iraníes nunca se han rendido. Lo llevan intentando décadas, con brutales represiones, detenciones y condenas a penas de cárcel. Lo siguen intentando hoy, el régimen ha permitido entrar a un número limitado y selecto en algunos partidos, nunca ha sido claro y se lo han permitido. Los han blanqueado. No alzaron la voz.
Si lo han hecho otras, por ejemplo la campeona del Mundo de Ajedrez Anna Muzychuk cuando en 2017 anunció “En pocos días voy a perder mis dos títulos mundiales, uno a uno. Solo porque he decidido no ir a Arabia Saudí; por no jugar con las reglas de otros, por no llevar abaya, por no tener que ir acompañada cuando estoy en la calle y, en resumen, por no sentirme una criatura secundaria”.
En 2015 la FIFA, a través de una carta abierta del entonces presidente Blatter titulada “Un llamamiento a Iran” reprende al Gobierno iraní con un contundente “esto no puede seguir así” e referencia a la prohibición de acceso a las mujeres. En 2018 el nuevo presidente de la FIFA Infantino, en una visita a Iran con motivo del Mundial de Fútbol, declaró que el presidente de Iran le había «prometido que las mujeres en Irán pronto tendrán acceso a los estadios de fútbol».
Ante tanta firmeza de estas instituciones Internacionales a las que parece poco importar se incumplan, además de los Derechos Humanos y las leyes de la decencia, las propias de la FIFA, en concreto el artículo 4, que impide exactamente el tipo de discriminación que tolera, se contrapone con la dignidad de las mujeres Iranís que desde fuera, y sobre todo desde dentro, pelean con unas terribles consecuencias por no ser “criaturas secundarias”.
Una mujer se ha inmolado a las puertas de un juzgado, por intentar entrar en un estadio, por no llevar el velo, por insultar a un policía…ya empieza la propaganda machista, ya le acusan de loca, de exaltada, ya dicen que no se inmoló por eso, la segunda victimación, la difamación, la duda. No esperábamos menos. La chica azul ha conseguido que el luto, hoy, no sea de color negro.