Dentro de toda esta vorágine del deporte reina y sus nuevos aires, nos topamos con una realidad muy diferente entre hombres y mujeres. Ya lo sabemos. Hoy todos hablan de la gran «brecha salarial» entre jugadoras y jugadores. ¿Quién cuida de los intereses? Le hemos preguntado a nuestra asociada Arantxa Uría, que como experta intermediaria en estas lides, nos pone muchas de las realidades en esta y muchas otras conversaciones.
El futuro del deporte femenino tiene muchas aristas. Y aprender a ser profesionales implica una serie de derechos y responsabilidades. Y sobre todo una formación de las jugadoras para que sus derechos sean defendidos. No se equivoquen ni se dejen llevar por la pasión de jugar. Asóciense y busquen la mejor de las ayudas. La de las profesionales. Y si son mujeres, ganamos todas. El presente está sobre la mesa. defendamos todas nuestro futuro. El de todas.
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En la actualidad, el impulso del fútbol femenino es un hecho: más presencia en medios, campos llenos para ver encuentros, negociaciones para hacer realidad una regulación definitiva que suponga la profesionalización… ¡hasta parece que la igualdad en el fútbol ya va a ser una realidad! Pero no, la verdad es que sólo lo parece. En este nuevo campo de juego, con evidentes intereses económicos subyacentes, parece que nadie presta verdadera atención allí donde debe ser prestada: las jugadoras. O mejor dicho, el derecho de toda jugadora al desarrollo de una carrera profesional. Una carrera en la que gane un salario digno que le permita vivir de su pasión. Pero no se trata sólo eso. Una carrera profesional digna no se basa sólo en el dinero, hay más.
En el mundo del fútbol, quienes realmente velan por los derechos de quienes juegan son sus representantes, sus agentes o, según el último reglamento de la RFEF, sus intermediarios. Esto es así. En el fútbol masculino es algo tan cristalino, que ni siquiera merece discusión. En el femenino, como siempre, es distinto.
Partimos ya de un hecho diferencial sin paliativos: El dinero. ¿Quién va a representar a jugadoras que no cobran o que tienen salarios que no llegan al SMI? Pues nadie. O al menos en su sano juicio. Pero si no hay nadie que represente a las jugadoras, ¿quién las defenderá y velará por sus intereses? Nadie. O entonces algún familiar, especialmente algún padre, que resulte ser más perjudicial que beneficioso a pesar de todas sus buenas intenciones. Es la pescadilla que se come la cola. Pero aún es peor: la mayoría ni siquiera son conscientes de todos sus derechos. Es normal, solo quieren jugar. Nada más y nada menos.
En el poco tiempo que llevo como intermediaria, he visto, con verdadera estupefacción, cómo algunos clubes hacen un total “marcaje” a sus respectivas jugadoras, controlando no sólo su esfera deportiva, como es natural, sino también llegando a la privada, hasta tal punto que muchas de estas jugadoras se sienten “inquietas”, por decirlo suavemente, ante el hecho de designar un agente de su conveniencia, como la ley les permite, libremente y sin ser tuteladas, precisamente, por temor a represalias de sus respectivos clubes, interesados en someterlas a un estricto control.
Mientras esto ocurre, la designación de agente en el caso de los jugadores es algo tan cotidiano, tan normalizado, que basta con un par de clics para cerrar un acuerdo. Ya ni siquiera es necesario conocerse personalmente, como ocurría hasta hace bien poco. No es que el fútbol masculino sea un lecho de rosas, nada más lejos de la realidad, ya que la competencia es feroz, pero las normas, las que no están escritas pero que todos siguen, son otras.
A las jugadoras les faltan muchas cosas, pero sobre todo les falta información sobre los derechos que les asisten frente a los clubes y las propias federaciones. Lo peor: es difícil hacérsela llegar para que, en base a esa información, decidan, sean dueñas de sus carreras y se sientan libres para reivindicar lo que les corresponde.
Por eso estoy aquí. Por eso, además, necesito ayuda. Para mí. Para ellas. Para todas. Para sumar y sumarnos en este futuro que queremos dibujar en igualdad.
Arantxa Uría.