Lamentablemente, el deporte no escapa a la violencia sexual. Por eso es importante tener protocolos que puedan identificar los comportamientos y ayudar a la prevención. Y en el triste caso de que se cometa un abuso o violación, poder tener las herramientas para sentirse protegida y apoyada durante la denuncia.
Las últimas investigaciones de la doctora Montse Martín que acaban de presentar en la Universidad de VIC sobre la violencia sexual en el deporte es un problema que «no se quiere ver» y ha asegurado que, según un estudio, un 23 % de las chicas y un 13 % de los chicos que practican deporte han sido víctimas de algún tipo de abuso.
El proyecto VOICE se propone escuchar las voces de las personas afectadas por la violencia sexual en el deporte a fin de obtener información crucial para el desarrollo del deporte en la Comunidad Europea.
La información recogida en esta investigación permitirá crear una plataforma para el intercambio de conocimientos y de recursos educativos con el objetivo es desarrollar estrategias para que la comunidad europea pueda combatir la violencia sexual y fortalecer la integridad en el deporte.
Una de nuestras abogadas, Anna Almécija, especialista en prevención de violencias sexuales, nos está ayudando a diseñar esas estrategias en forma de protocolos para que las deportistas, árbitras, juezas, federaciones y centros deportivos puedan enfrentar esta lacra social y ayudar a erradicarla del ámbito deportivo. Este es el artículo que acaba de publicar en iuSports,
La violencia sexual en el ámbito deportivo tiene unas complejidades concretas que deben ser conocidas con el objetivo de adoptar las oportunas medidas para prevenirla, detectarla y, en caso de haberse producido el episodio, saber atender correctamente a la víctima.
Diseñar códigos de conducta y un protocolo de actuación ha de ser una tarea realizada por las personas expertas que puedan decidir para cada organización y evento, en atención a las características concretas de la actividad, la respuesta que se va a activar según la situación ante la que nos encontremos.
Además de las medidas que deben adoptarse el día de la competición para proteger a asistentes, deportistas, y personal laboral… – que serán semejantes a las que se deberían adoptar en cualquier evento multitudinario y que deben diseñarse con perspectiva de género y estar integradas en la planificación general de la seguridad- en el ámbito deportivo debemos tener en cuenta que la posición de autoridad/superioridad de las y los entrenadores, el hecho de compartir espacios de intimidad – vestuarios, duchas, habitaciones de hoteles en los desplazamientos, etc- o la necesidad de tocar diferentes partes del cuerpo del otro – para indicar una postura correcta, en caso de lesión…- pueden crear mayores oportunidades para cometer conductas que constituyen violencia sexual.
El eje principal de todo plan contra la violencia sexual pasa por la sensibilización, formación y compromiso de tolerancia cero de todo el personal de la organización y también de los usuarios o deportistas.
En cuanto a la formación, el personal debe conocer los conceptos básicos sobre violencia sexual, qué conductas están tipificadas como delitos contra la libertad sexual en el Código Penal, cuáles son infracciones administrativas o cuáles no están recogidas en ninguna normativa pero deben ser erradicadas a través de normativa interna que contemple códigos de conducta apropiados para el personal y deportistas.
Además, deben conocerse cuáles son las medidas preventivas que pueden evitar el fomento y la oportunidad de cometer esas conductas, revisando el recinto y toda la planificación del evento.
El personal de la organización debe saber detectar una conducta que es constitutiva de violencia sexual con el objetivo de poner en marcha los protocolos correspondientes.
Finalmente, la formación debe incluir cómo debe atenderse a una víctima de violencia sexual para que esa primera intervención sea de calidad, no la revictimice y se sepa activar la respuesta oportuna policial y/o derivarla al circuito de asistencia médica, jurídica y psicológica correspondiente.
La formación a todas las personas sean usuarias y o deportistas aún y más breve – a veces con material escrito o gráfico o una charla al inicio del curso o cuando se incorporan a la organización – es imprescindible.
La violencia sexual incluye actos de diferente intensidad que pueden ser desde bromas e insinuaciones de carácter sexual, exhibicionismo, voyerismo, realizar fotografías en vestuarios, mostrar pornografía y otras acciones sin contacto físico u otras en las que sí puede haber contacto físico: tocamientos, frotamientos, abuso, agresión sexual…
Los y las deportistas, tanto mayores como menores de edad, deben identificar estas conductas y saber cómo protegerse frente a ellas y los cauces para denunciarlas.
Por ello, la información que se proporciona debe adaptarse a las características de quien sea la persona destinataria, mayor o menor de edad, y entre menores de edad por etapas (infantil, primaria, secundaria…) y en cualquier caso siempre teniendo en cuenta a las personas con discapacidades haciendo comprensible la información para todas y personalizada cuando haya un riesgo concreto.
Monitores, entrenadoras y entrenadores, equipo técnico y de gestión,,, así como las familias en el caso de los menores, deben conocer los indicadores que pueden hacer sospechar que un menor está sufriendo abusos sexuales, porque habrá indicadores emocionales, conductuales, sociales, cognitivos, físicos que deben alertarnos (aislamiento social, conductas sexuales inapropiadas, trastornos en la alimentación, lesiones en órganos genitales, etc.) y que han de ser atendidos para averiguar el origen de los mismos.
Hay que tener en cuenta que muchas veces estas conductas son silenciadas con amenazas o chantajes del agresor o que la propia culpa que siente la victimay puede provocar que jamás llegue a compartir el episodio de abuso que está sufriendo.
En concentraciones o desplazamientos que supongan alejamiento de los deportistas de su entorno familiar deben adoptarse medidas concretas como garantizarles la intimidad adecuada para que puedan hablar o escribir a sus familias y amistades – para evitar que el aislamiento garantice cobertura de actitudes inadecuadas- que las habitaciones sean compartidas entre iguales pero separadas por sexos y que no coincidan entrenadores y deportistas, evitar que haya alcohol en las habitaciones de unos y otros, etc.
Es recomendable que se designe por cada organización a un referente con quien los afectados puedan hablar si se han encontrado con alguna conducta constitutiva de violencia sexual ya sea por parte de conocidos (compañeros, monitores, etc.) o de terceros.
El diseño de las instalaciones deportivas y sus alrededores también debe ser revisados por especialistas en seguridad. Es imprescindible una correcta señalización del recinto; que los vestuarios no estén alejados de la zona de la práctica deportiva – evitar largos y aislados pasillos o recorridos solitarios- y que estos y la zona de duchas no solo estén separados entre hombres y mujeres sino por edades y que no compartan el mismo espacio a la vez entrenadores y deportistas; una luz adecuada en todo el recinto; revisar el entorno para evitar zonas de riesgo al finalizar los entrenamientos, etc.
El plan con el que debería contar toda organización deportiva ha de plasmar por escrito el compromiso de tolerancia cero con cualquier conducta que pueda ser constitutiva de violencia sexual; el código de conducta del personal hacia los usuarios o deportistas de la actividad; los requisitos que deberán cumplir los entrenadores (experiencia, referencias, antecedentes penales) y los compromisos que se les va a hacer firmar en cuanto al código de conducta; los contenidos de la formación que se va a impartir al personal, a usuarios, a familias; la revisión de la actividad para evitar que en su diseño, planificación o puesta en práctica haya cualquier tipo de conducta sexista, discriminatoria o que en sí misma pueda ser constitutiva de violencia sexual; y la revisión del recinto y su alrededores para detectar puntos oscuros en cuanto a la seguridad.
Finalmente, además, debe redactarse de manera específica para cada actividad un protocolo operativo de actuación para detectar e intervenir ante la violencia sexual y cómo se va a atender a las personas afectadas.
ANNA ALMÉCIJA
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Si quieres más información sobre protocolos o si quieres consultar cómo tener uno propio para tu club o federación, escribenos. info@mujereseneldeporte.com
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