Señoras, el ruido mediático y la indignación, no sirve. No sirve que las madres y las jugadoras no denuncien por miedo a ser expulsadas y no jugar. Unas declaraciones, en las que un entrenador de futbol femenino, afirmaba que la mejor forma de crear equipo es violar en grupo a una mujer han dinamitado la imagen del deporte femenino que nos habían hecho creer hasta ahora, tras salir a la luz un tsunami de indignación recorrió por un breve momento el mundo del deporte, pero, pese al escándalo inicial, todo sigue igual.
Las declaraciones que el técnico hizo en un audio de whatsapp en 2018: “Hay que hacer una como los de la Arandina, coger a una, que sea mayor de edad para no meternos en jaris, y cargárnosla ahí todos juntos”. Cuando ese audio se publicó, el 25 de noviembre, Carlos Santiso entrenaba a la sub-12 en la federación madrileña de fútbol. Prescindieron de él.
EL Rayo Vallecano ya había sido noticia por incumplir sistemáticamente sus obligaciones laborales y éticas con su equipo femenino: falta de equipo médico, con jugadoras lesionadas atendidas por los médicos de los equipos rivales; falta de pago de salarios, sin ningún sindicato demasiado preocupado; falta de pago de los alquileres de las viviendas en las que se alojaban las jugadoras, con el riesgo de que éstas se quedaran literalmente en la calle…
Nada de todo esto había parecido hasta el momento suficiente para que se pusieran en marcha los mecanismos legales para prevenir estas violaciones de derechos. Pero ante una violación física, grupal, lo lógico era pensar que ya, ahora sí, se acabaría el calvario de las jugadoras.
Nada más lejos de la realidad. Una vez más, las instituciones encargadas de velar por el deporte en general, y el deporte femenino en particular, han dejado que se perpetre este latrocinio por la escandalosa dejadez de sus funciones.
La RFEF, tras el concienzudo análisis de su equipo jurídico, ha declarado que las manifestaciones vertidas por el entrenador “habían prescrito”. Obviando que no se trata propiamente de declaraciones puntuales, sino de la muestra de una manera de ser y actuar que no caduca, dando a entender, que sólo se podría actuar si se cometiera ahora, en tiempo presente, otro abuso y dejando por ello a las jugadoras abandonadas a su suerte.
El Consejo Superior de Deportes, siempre tan por encima de toda polémica, se pronunció a través de su presidente, el Sr. Franco, quien calificó de “nauseabundas” estas palabras. Pero tras estas declaraciones, nada. Al fin y al cabo, si la RFEF ha dado carpetazo al asunto, el CSD no se meterá en “un tema privado de la federación”. A las federaciones se las respeta. A ellas sí. Dejando a las jugadoras sin la protección institucional que debe garantizar el máximo responsable del deporte en España. Lo de tener un Pacto de Estado contra la violencia de género, parece que no nos garantiza que las administraciones obliguen a su cumplimiento. La medida 111 “No considerar las injurias y calumnias a través de las redes sociales en el ámbito de la violencia de género como únicamente un delito leve”. Y la 107 “Suprimir la atenuante de reparación del daño en los casos de violencia de género”.
Los sindicatos se han pronunciado, ha presentado sus respectivas denuncias y querellas, para hacer que los mecanismos previstos en el paupérrimo y defectuoso Convenio Colectivo se pongan en marcha, pero, siendo conscientes de la agilidad de los tribunales, las jugadoras seguirán sin notar el más mínimo cambio en sus condiciones.
A los agentes de las jugadoras solo les queda por jugar una carta: el silencio. Un silencio que oprime y avergüenza por partes iguales. Un silencio que viene impuesto por la certeza de que una sola palabra bastará para sentenciar a sus representadas, que sí que se verían entonces y con rapidez, sometidas a un procedimiento sancionador que podría truncar definitivamente su carrera. Así que, en silencio, la única solución es buscarles un nuevo equipo, porque en todo este asunto, el único derecho que les queda a las jugadoras es IRSE. O dimitir, como ha hecho el preparador físico del Femenino B. El único con valores.
También sería adecuado pararse a pensar en manos de quién dejan los padres y las madres a sus hijas. ¿Qué formación tienen los Entrenadores?
¿Es suficiente con tener un título y pagar cada año la cuota del colegio de entrenadores para poder formar sin ningún tipo de control o investigación de los métodos aplicados? El deporte tiene un poder como transformador social enorme, si ya con las carencias que vemos por parte de clubes y formadores que consideran que un niño o una niña deben ser esclavos del éxito deportivo, es decir ganar partidos de benjamines por goleadas, simular penaltis en cadetes, trampas, peleas, gritos, abusos, discriminaciones… somos potencia mundial porque el 1 por mil llega a ser profesionales!, pero no nos importa cómo, no hay nadie que tome responsabilidad cuando los clubes no lo hacen por los 999 que se quedan en el camino?, padres y madres ¿qué aprendizaje se llevan vuestros hijos/as del deporte? ¿Que para ganar debemos olvidar nuestros valores?, ¿debemos traspasar líneas morales, éticas y legales por una liga, campeonato, eliminatoria o torneo de fútbol formativo o semiprofesional?
Reflexión aparte merece el hecho de que la RFEF lleve en su primera inicial la palabra “Real”. Este adjetivo no es baladí. Significa un reconocimiento expreso por parte de la Casa Real Española. Con una familia real especialmente comprometida con el deporte y con dos herederas a la corona, tal vez sería el momento de plantearse si es oportuno permitir que ciertas organizaciones sigan utilizando este regio término de distinción que acaba por afectar a quien lo otorga.
En definitiva, todo esto muestra que las leyes, los reglamentos, los protocolos de igualdad, contra el abuso y los códigos éticos que tan ampliamente se anuncian a los cuatro vientos no valen ni el papel en el que están reflejados por escrito. Este caso ha destapado una verdad incómoda y ha puesto luz en el hecho incuestionable que el deporte femenino es una estafa.
El sistema es perverso, y lo es porque no funciona, porque es un mero slogan, porque no se implementan las normas, porque no hay un sistema claro de sanciones, ni una voluntad decidida a que las fechorías sean sancionadas y porque ante un conflicto entre los derechos constituciones de las jugadoras (libertad de expresión, a la salud, al trabajo digno, a la no discriminación…) y los derechos particulares de un club de fútbol (hacer caja) , triunfan estos últimos, subvirtiendo el sistema jurídico plasmado en nuestra Constitución, base de nuestra convivencia, haciendo que este chirríe y se resquebraje.
Instamos a los ministerios competentes, trabajo, deporte e igualdad a resolver esta situación, a proteger a las jugadoras, a exigir formación con perspectiva de género a los equipos técnicos, de dirección y gestión de todos los clubes y federaciones. No queremos en el deporte entrenadores que quieran violar ni instituciones que no lo condenen.