Vivimos tiempos convulsos, tristes, duros y llenos de incertidumbre. Sí. Nos hemos dado cuenta de nuestra fragilidad y vamos viendo como el planeta se confina. No hemos llegado a ver el final de todo esto, pero las luces son de un claro oscuro arrebatador. Al menos ya tenemos fecha para los Juegos. Otro de los grandes acontecimientos que se han postergado y que abre una clara brecha en el calendario deportivo. Algunas competiciones ya dan por terminada la temporada, otras prepararán campeonatos. Algunos clubes resistirán, otros sufrirán el golpe de este parón y ni ellos saben cómo volver a la normalidad.
Estos días de memes que inundan nuestras redes sociales, y a los que hay que agradecer la sonrisa necesaria que contagian, de estos, me quedo con uno que decía que volver la normalidad será imposible, pues la normalidad como la entendíamos era parte del problema.
Es cierto que tenemos que ser creativas y resilientes. Ahora es el momento de dar lo mejor de nosotras mismas como especie y como colectivo. Urgencias vitales aparte, nos vamos encontrando con soluciones dispares en el mundo deportivo. Las mujeres, esas que han desaparecido de los grandes titulares deportivos, aparecen una vez más mermadas en su capacidad de decisión con sus contratos. El tan bendecido convenio de mínimos ha pillado a todo el mundo adquiriendo unos compromisos que ahora son de difícil solución. No es lo mismo bajarse el sueldo cuando es millonario que cuando es precario.
Desde la AMDP (Asociación para Mujeres en el Deporte Profesional) estamos trabajando más fuerte con la asesoría jurídica, porque estamos encontrando finiquitos o resoluciones laborables que no se ajustan a derecho. Como siempre, salimos perjudicadas. Comentaba el otro día que quizá en esto de reinventarnos tendríamos que hacer como las empresas y dar acciones a las jugadoras de los clubes con derecho a voto, al menos, si hay que hacerse partícipe del desastre, que sea compartido. Y cuando vengan los éxitos, también se comparte.
Es tiempo de cambios serios y profundos en nuestra manera de vivir la cotidianidad confinados en casa. Algunas deportistas usan el buen talante y el humor para compartir entrenamientos. Otras, se atan una cuerda a la espalda y hacen largas horas en una piscina de juguete. Es hora de plantear muchas ideas, porque las vamos a necesitar todas.
Las federaciones deportivas entraban en año electoral, un ciclo que se cerraba con la celebración de los Juegos. ¿Y ahora? Tendremos que esperar un relevo de políticas o una prórroga de juego. Lo cierto es que la solución no es fácil, pero habrá que tenerla por mucho que nos cueste y asumiendo daños colaterales. Esperemos que las mujeres no seamos las grandes perjudicadas en esto de la tan deseada implementación de la igualdad. Nos sabemos frágiles. Es una fragilidad compartida y mucho esfuerzo pendiente de esos cambios de normativa. Y si tengo plaza olímpica, ¿la puedo perder en el siguiente campeonato? O al revés. Lo cierto es que se tendrá que poner sobre la mesa cómo reajustar la vida deportiva y las marcas conseguidas hasta ahora.
Lo que sí sabemos, es que esta mal entendida globalidad nos ha sacado los colores a muchas. Nos ha desnudado como sociedad planetaria y nos está enfrentando a nuestros recursos. Saldremos de esta, como hemos salido de otras. Pero no olvidemos que la lección que nos queda por asumir es reconstruirnos como una sociedad mejor y más igualitaria. No es poco el desafío. Ya nos hemos dado cuenta de que somos frágiles.