Hartas de zanahorias, debemos empezar a ser nosotras las que presionemos y exijamos desde abajo, arriba y cualquier frente, que la radio y televisión pública sean de verdad de toda la ciudadanía. El observatorio de RTVE sigue sin emitir informes de cómo se reparte la parrilla. Pero viendo los canales cada día, no hace falta ser una lince para saber que nada ha cambiado.
La selección de fútbol femenina ganó a la brasileña este fin de semana en Don Benito. Claro, que la han visto ustedes en la primera de la tele de todas. Pues no. Pero les diré que mientras, cada uno de sus impuestos que la financian, solo hace que ingresar más euros en las arcas de Florentinos, Mesis y demás acaparadores del espacio deportivo. Periodistas deportivos masculinos incluidos.
Mientras, las mujeres, ganando eventos de interés nacional, siguen recluidas a cadenas privadas, de pago o de pésima realización. Nada ha cambiado, aunque lo parezca. Pero seguimos exigiendo que el espacio público se reparta al 50-50 entre deporte practicado por mujeres y hombres. Y eso que algunos deportistas mediáticos no agradecen la gran ventaja con la que han salido desde las televisiones públicas a golpe de talonario de impuestos públicos.
Ellos se creen que su fama, sus patrocinadores, su abultada cuenta corriente, forman parte de su magnífico talento. Un talento del que nosotras, las mujeres, carecemos. Déjenme que me explique. Talento para ganar medallas sí que tenemos. Y campeonatos del mundo, europeos, nacionales y regionales. De ese talento, nos sobra. Nos falta el talento para poder quitar ese espacio mediático. Para poder exigir un salario digno y poder ser dueñas de nuestros derechos de imagen. Nos falta talento para poder negociar un convenio. Se lo dejamos en manos de cualquiera que mira por sus intereses y llevamos otro año de retraso y sin cobrar. Nos falta talento para arrebatar el poder en el tejido federativo y poder tener trabajos remunerados.
Nos falta. Nadie nos ha entrenado para arrebatarle el poder a quien lo tiene. Ellos, durante la historia, se han bañado en guerras y sangre para quitar y poner tronos. A nosotras, no nos han entrenado para esas lides. Nos hemos movido por amor. Amor al deporte que nos ciega de precariedad. Mientras vamos descubriendo que tenemos derechos y de nuestra capacidad de ejercerlos, es hora de que inventemos un espacio, una lucha, un grito de guerra que nos lleve a esas colinas del poder que tenemos que reinar.
Pongamos que es la tele esa primera batalla. Y vamos a por ella. Porque cada minuto que pasa, alguien estará asumiendo que ese es su territorio, y se estará llevando el beneficio. A costa del tuyo. No es hora de cambiar de canal, es hora de ser dueñas de la programación.