Cristina Ubani acaba de incorporarse a la AMDP para aportarnos más trabajo sobre la igualdad en este mundo de la mujer y el deporte, Si no nos formamos, seremos incapaces de salir de este círculo vicioso de la discriminación. Bienvenida.
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El deporte es una de las actividades humanas que más trabas y resistencias presenta a la igualdad. Debemos tener en cuenta que las asimetrías y los estereotipos aparecen de manera aún más clara en el deporte que en otros ámbitos sociales ya que es una estructura creada por hombres, para hombres y cuyas reticencias al cambio son más duras y agresivas que en otros terrenos.
El deporte no estaba pensado para las mujeres, no sólo como deportistas, ni siquiera como espectadoras, y la tardía incorporación de la mujer se hizo desde una adscripción a ese modelo masculino. Siempre era, aún a veces lo es, considerado una mala imitación del deporte masculino, siempre comparándolo con el, hasta entonces, único sujeto deportivo. Es por eso que los logros del deporte femenino han sido y son difíciles de reconocer. Siempre se juzgan en comparación con parámetros masculinos. Por eso se consideró antiestético, poco adecuado o incluso perjudicial para las mujeres, excepción hecha de algunas disciplinas que se ajustaban a los cánones de la feminidad.
Cuando hablamos de deporte y mujeres hablamos de una realidad poliédrica: deporte escolar, de ocio, actividad física, deporte federado y élite. Hablamos de mujeres jóvenes, mayores, niñas y también de mujeres y discapacidad. Por eso es importante el plural. Somos diversas, somos diferentes. Partiendo de este principio y reconociendo que existen problemas específicos en cada ámbito, podemos, sin embargo, destacar tres problemas comunes: los estereotipos, la invisibilización y la falta de acceso a órganos representativos y de poder.
La mayor causa de desigualdad en el mundo es el hecho de nacer mujer. Desde el momento del nacimiento, o incluso antes, la diferencia de sexo construye una desigualdad estructural en el desarrollo político, social, económico y desde luego deportivo. Esta construcción cultural de lo que aceptamos como características de lo femenino y lo masculino es lo que llamamos género. Así hombres y mujeres tenemos una socialización diferenciada para ajustarnos a los estereotipos de género.
Los estereotipos son la herramienta del patriarcado para perpetuar un sistema que asigna a la masculinidad la centralidad, la medida de las cosas y convierte lo femenino en subsidiario y excéntrico. ¿Cómo lo hace? Dotando a cada género de unas características que hace pasar por innatas/biológicas, que son opuestas y desiguales donde lo que es positivo para uno es negativo para el otro. Así mientras la masculinidad significa, por ejemplo, dinamismo/movimiento, competitividad, fuerza/agresividad, racionalidad y liderazgo, la feminidad significa estatismo/perfección, ausencia de competitividad, delicadeza/fragilidad, sentimentalismo y sumisión.
Así con las mismas características un hombre es líder pero una mujer mandona, un hombre es cerebral, una mujer fría y calculadora. El deporte, desde el inicio exalta los valores de la competitividad, la agresividad, el movimiento y la fuerza. Los estereotipos de la feminidad, desde luego, casan mal con la exaltación deportiva de la masculinidad.
Este proceso de asimilación del estereotipo consigue, según diversos estudios que hasta los 8 años una niña crea que puede hacer las cosas igual que un niño. A partir de esa edad, el estereotipo está ya tan integrado que un elevado porcentaje de niñas cree que las hacen peor que ellos. Si piensan que no pueden lograr la perfección, abandonan y dejan de intentar cosas desafiantes y como consecuencia se desploma su autoestima. A la misma edad los niños, y esto es lo terrible, creen que pueden hacer cosas mejor que las chicas. El estereotipo funciona ya de tal manera que con sólo la sospecha de su limitación tienden a realizar peor el desempeño en lo que se denomina la “amenaza del estereotipo”.
Y como el objetivo del estereotipo es el estatismo, la psicomotricidad se desarrolla también de manera diferenciada, a tal punto que se constata una brecha de género entre niños y niñas ya a los 6 años. El tipo de juguetes y juegos, de ropa, los mensajes limitantes que escuchan refuerza el estereotipo de la niña pasiva y centrada en la belleza. Y los escuchan sin parar: en los cuentos de princesas, las películas, la publicidad. Se calcula que recibimos más de 3000 impactos publicitarios diarios, una gran mayoría cargados de sesgos de género y de sexismo.
Si analizamos la ocupación de los patios de los colegios, junto con los parques el lugar de socialización principal, se calcula que los chicos ocupan un 80% del espacio central, sobre todo jugando al fútbol, mientras las chicas permanecen más estáticas en la periferia. Todo un aprendizaje de su papel y su sitio en la sociedad.
No podemos tratar de corregir brechas de género en el deporte si no atacamos estos estereotipos desde la base. Por fortuna estos obstáculos ya no están ocultos, cada vez reconocemos estructuras y trampas y se están introduciendo medidas correctoras de manera brillante. Por ejemplo la ampliación de la edad de comienzo del deporte escolar a los 6 años con el objetivo de reducir esa brecha psicomotriz llevada a cabo por la Diputación Foral de Gipuzkoa o los proyectos de escuelas vascas para construir patios inclusivos donde todos y todas ocupen espacios y desarrollen juegos en movimiento. Debemos trabajar la educación física y el deporte escolar con mirada de género, para poder introducir correcciones en los momentos y estructuras adecuadas.
Tampoco el deporte de élite está exento de estereotipos. A las deportistas se les trata de manera diferente se les juzga por su físico o su vestimenta más que por sus logros, se les ningunea atribuyendo sus éxitos a entrenadores, se les paga menos o se les viste de manera distinta a sus compañeros en la creencia terrible de que sólo enseñando sus cuerpos van a llenar estadios.
Los juegos Olímpicos de Río supusieron un antes y un después en este tipo de manifestaciones. Fue tal el despropósito en el tratamiento de las deportistas por la prensa mundial que dió un fuerte aldabonazo a la conciencia general. “Lidia Valentín una Hércules con maquillaje”, “Rivas, el hombre que convirtió en oro las rabietas de Carolina” “Lo mejores culos del atletismo femenino” “Maialen Chorraut una madre de oro”.
Son titulares que recogen lo peor de los estereotipos: el efecto masculinizante del deporte que se mitiga, por lo visto, con maquillaje, la irracionalidad de la mujer reconducida por un hombre, verdadero factótum de sus éxitos, la hipersexualización y la vinculación de las deportistas a culos o escotes, la reducción al papel de madre o la infantilización que supone referirse a ellas sólo por el nombre. Todas las deportistas a las que hemos hecho referencia eran ya campeonas de Europa, del mundo, olímpicas o varios títulos a la vez. La falta de respeto fue tan obvia como sangrante.
La construcción de los estereotipos sirve también para asignar a cada género una serie de roles sociales. Lo masculino se sitúa en el ámbito público donde está el prestigio social, la visibilización y el trabajo remunerado. Lo femenino se recluye en el ámbito doméstico, sin visibilización, sin prestigio social y sin remuneración.
Así la invisibilización de las mujeres deportistas es una de las estrategias importantes para mantener la desigualdad. Esta invisibilización se produce de distintas maneras; la forma de no nombrarlas: “dos españolas y Cristiano Ronaldo entre los nominados a mejor gol de la temporada por la UEFA”. En la falta de información “Ningún periodista acude a la rueda de prensa del Athletic femenino, líder de la liga”. En el uso del nombre de pila o en la sustitución de la deportista por algún familiar famoso: “Garbiñe buscará las semifinales de Monterrey ante la novia de Kyrgios”.
El papel de los medios de comunicación en la invisibilización es palmario. En el último estudio presentado en 2016 sobre la presencia de deportistas en la Prensa Vasca se destaca que sólo el 9,58% de las noticias hablan de deporte mixto o realizado por mujeres. Si quitamos el mixto, tipo carreras populares y contabilizamos las referidas exclusivamente a deportistas mujeres el porcentaje es desolador: 6,4 % de noticias, 8,11% de los titulares y tan sólo el 5% de las portadas.
Dice la biología que lo que no está catalogado no existe, así que la invisibilidad se traduce en la ausencia de referentes para las niñas y jóvenes deportistas, en la menor importancia en el imaginario social del deporte femenino frente al masculino, en la asignación por tanto de peores horarios, instalaciones, medios, asignaciones de premios, sueldos, su menor repercusión mediática y por lo tanto del menor efecto tractor tanto para otras niñas como para el patrocinio.
Pero también debemos hablar de la ocupación de los espacios públicos de las mujeres que practican deporte de ocio. De hecho la mayoría del deporte y la actividad física la realizan personas fuera de las estructuras deportivas de clubes o federaciones, casi el 83% lo hace por su cuenta. La visibilización de mujeres haciendo deporte en la calle, de mujeres jóvenes y adultas. De abuelas, hijas y nietas de mujeres de todas las razas, culturas y condición física. Debemos ocupar los espacios públicos denominados las 3 Pes: patios, parques y plazas. Hacemos deporte en espacios cerrados, en gimnasios y polideportivos, Visibilizar la actividad física en todos los lugares es tarea de todas y es uno de los retos más importantes que estamos también consiguiendo con el activismo en redes sociales, con el trabajo incansable y organizado de muchas mujeres y aliados hombres en medios de comunicación públicos y privados. Sigamos con esta tarea de formación e información.
Y por último las estructuras deportivas. Estas son, en nuestra opinión, la punta de lanza de la resistencia del deporte al cambio. Los datos generales son desoladores. La presencia de mujeres en los órganos de poder deportivo incumple todas las recomendaciones dadas por las Leyes de Igualdad de las que nos hemos dotado: Internacionales, nacionales, autonómicas.
Las Federaciones deportivas son organismos que tienen delegadas funciones públicas y que por lo tanto, como organismos semipúblicos deberían, en nuestra opinión, regirse con los mismos criterios en lo relativo a las exigencias de las Leyes de Igualdad que las administraciones públicas. Pues bien, tan sólo 3 de las 66 Federaciones Deportivas Españolas tienen mujeres presidentas. Según datos del Consejo Superior de Deportes sólo hay un 16,50% de árbitras, un 21,8% del personal técnico de alta competición son mujeres. En la página web del Comité Olímpico Español aparecen 116 personas en diversos cargos u ocupaciones: sólo 15 son mujeres. De las 35 federaciones olímpicas sólo 2 las presiden mujeres. Del Comité ejecutivo con 24 integrantes 5 son mujeres.
En las únicas dos ligas profesionales: fútbol y baloncesto masculino las cifras son meramente testimoniales. Dos presidentas de clubes de fútbol: Victoria Pavón (Leganés ) y Amaia Gorostiza (Eibar). de los 192 directivos tan solo 19 son mujeres. En el baloncesto de 18 clubes profesionales sólo una presidenta Nekane Arzallus (GipuzkoaBasketClub), una árbitra, Espe Mendoza y una segunda entrenadora, Anna Montañana.
Por eso las fotos son tan malas y ponen de relieve el llamado “espejismo de la igualdad”, vivimos en una sociedad igualitaria en lo jurídico, pero no hay un solo dato que avale esa igualdad. La foto de la presentación del último mundial de baloncesto femenino con tan sólo 1 mujer pone de manifiesto dos cosas. Una la desigualdad de las estructuras y dos la poca o ninguna importancia que se le da a la presencia femenina en el deporte, quizás porque en el ámbito deportivo es en el único terreno que se mantiene la desigualdad jurídica y que se acepta la desigualdad con una cierta “normalidad”.
En España rige una ley del Deporte desde hace 30 años. Una ley que sólo permite una liga profesional por disciplina. Como existe liga profesional de fútbol y de baloncesto masculina no tienen cabida la profesionalización del fútbol o el baloncesto femenino. Esta aceptación de esta desigualdad como si fuera algo natural no tendría cabida en ningún otro ámbito laboral. ¿Alguien se imagina que sólo pudieran ser considerados profesionales los profesores y las profesoras debieran ejercer como aficionadas o tener contratos de secretarias? ¿Que un convenio colectivo sólo pudiera aplicarse a los trabajadores y no a las trabajadoras? Pues esto ocurre en el deporte sin que a nadie se le caigan los palos del sombrajo.
Se necesita mucha formación en igualdad, nadie puede intentar corregir un problema si no es capaz de detectarlo y definirlo. Si no nos formamos repetiremos los sesgos en los que nos hemos sido educados. Ser mujer no es suficiente. Necesitamos formar a las deportistas que van a convertirse en referente para no difundir mensajes sin ningún tipo de base y que dificultan la ruptura de estereotipos y perpetúan las estructuras de la desigualdad. Formar a monitores, monitoras, profesorado de educación física, entrenadoras y entrenadores, a los equipos de dirección etc. para que se pongan las gafas moradas y empiecen a deconstruir estereotipos y roles de género.
Conocemos las claves: formación, visibilidad, lucha contra los estereotipos y ocupación de espacios en las estructuras deportivas y de poder en el mundo del deporte. Participar haciendo deporte, ocupando espacios públicos, como monitoras, arbitras, espectadoras, directivas. Tenemos que dar un paso al frente.
Y también hace falta la definición de políticas, programas y procesos. Necesitamos un cambio estructural: caminar en círculo no es avanzar. Promover leyes que impulsen e implementen la igualdad. El 50/50 en financiación, en visibilización, en poder.
El deporte es una de las actividades humanas con más resistencias a la igualdad, pero también es una herramienta con una posibilidad brutal de generar cambios y trabajar para conseguirla. Los avances son innegables, somos optimistas, sigamos trabajando.